Ganadora del premio Pequeño Cervantes

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Hola de nuevo. Ahora vamos a leer el texto ganador del concurso literario Pequeño Cervantes, ganado por una alumna de primero de secundaria. Ahí va:

Un diario de cristal

Domingo 10 de septiembre

Querido Diario, un día antes del colegio:

Me llamo Emma, tengo 9 años y mañana empiezo el colegio por primera vez en mi vida.

Siempre he dado las clases en casa debido a mi enfermedad, tengo osteogenesis imperfecta de tipo tres, o como yo la llamo, huesos de cristal.

Esta enfermedad, básicamente hace que mis huesos sean mucho más frágiles que los de los demás, por lo que no puedo andar por mi misma, por eso tengo que utilizar una silla de ruedas. Tampoco puedo hacer ciertas actividades físicas como correr o saltar ya que mis huesos se romperían fácilmente.

Otro síntoma de esta enfermedad es que a veces mis huesos se rompen sin motivo alguno, ¡aunque no haya hecho absolutamente nada! 

Llevo con esta enfermedad desde que nací, mi padre dice que fui una niña muy valiente, ya que los bebés con esta enfermedad no suelen sobrevivir al nacimiento, pero yo lo hice. Nací con dos fracturas en las piernas y muchos problemas respiratorios, por ello los primeros años de vida, tuve que respirar a través de unos tubos. La verdad es que yo no lo recuerdo, pero lo bueno es que ahora

puedo respirar sin ningún problema. 

Mi sueño es poder moverme por mi misma para bailar y convertirme en bailarina.

Como mañana empiezo el cole, estoy muy nerviosa. La verdad es que espero hacer muchos amigos, pero tengo claro que no quiero tener a personas que estén conmigo por pena, tampoco quiero que me traten diferente debido a mi enfermedad, soy una niña normal y me gustaría que me tratarán como tal.

Aunque espero hacer nuevos amigos, ya tengo una amiga, se llama Marta, tiene 10 años y también tiene huesos de cristal. La conozco desde hace mucho tiempo porque es la hija de una amiga de madre. Ella tiene más problemas, es mucho más frágil que yo y sigue necesitando la ayuda de unos tubos para respirar. 

La mayoría de tardes las pasamos juntas bailando y jugando, ¡a las dos nos encanta! 

La verdad es que hace tiempo que no la veo, dicen mis padres que Marta se encuentra un poco mal últimamente, espero que se recupere pronto para que podamos seguir bailando juntas.

Lunes 11 de septiembre

Querido Diario, hoy es el gran día:

Hoy es el gran día, por fin voy al colegio, ¡qué emoción! 

Llegué al colegio a las nueve en punto de la mañana, nada más llegar, conocí a mi profesora y ella me acompañó a la clase de 4ºA. Por el camino, la profe me enseñó donde estaba cada aula del colegio: la biblioteca, el comedor, la sala de los ordenadores y unas cuantas más. Unos minutos más tarde llegamos a la clase. Cuando entré vi a todos mis compañeros por primera vez. Una vez allí, noté que todos me miraban un poco raro,

-¿Será por la silla de ruedas?- Me pregunté a mi misma.

Entonces la profesora me dijo que me presentara y me describiera a mi misma. Tenía un poco de vergüenza, pero me planté delante de mis compañeros y empecé: 

– Me llamo Emma y tengo 8 años, me considero una chica inteligente y divertida, aunque a veces un poco tímida, me encanta bailar y me gustaría mucho hacer nuevos amigos.

Cuando terminé de presentarme se mantuvo un silencio incómodo durante unos segundos, luego la profe me miró y me preguntó si no tenía nada más que añadir, al ver que no, ella comenzó a hablarles de mi enfermedad.

-Emma tiene una enfermedad llamada huesos de cristal, esta enfermedad hace

que tenga los huesos mucho más frágiles que los vuestros- Se refirió a sus alumnos.

-Tened muchísimo cuidado con ella- Continúo -La pobrecita no es como vosotros,

ella no puede hacer la mayoría de cosas, por eso tenéis que ayudarla en todo lo que podáis.

En ese momento me sentí inútil, fue muy incómodo que dijera todo eso de mí. Soy consciente de que la profesora tendrá que avisar a mis compañeros para que sean un poco más cuidadosos conmigo en algunas ocasiones, pero no me pareció bien hablara de mí como si realmente fuera inservible. Pero aunque aquel comentario me sentó realmente mal, me mantuve callada y no dije nada.

Las clases avanzaron bastante bien, no tuve problemas en ninguna de las asignaturas y entendí todas las explicaciones a la perfección. 

Lo que sí que me fastidió un poco fue que todos mis compañeros intentaban ayudarme sin haberles pedido ayuda, como si no entendiera nada de lo que estaban explicando los maestros, cuando realmente no era así. 

Algunos fueron bastante pesados intentando ayudarme y yo solo insistía en que lo entendía todo perfectamente y no necesitaba ayuda.

Cuando llegó la hora del recreo me junté con tres niñas de mi clase, Paula, Celia y Julia. Durante un momento me lo pasé bastante bien, el problema comenzó cuando empezaron a tratarme como si necesitara ayuda en todo momento. 

Paula por ejemplo, intentó ayudarme a comerme mi bocadillo, ¡como si no supiera! Y Celia me quitó mi botella de agua para abrirla sin ni siquiera haberme preguntado si necesitaba ayuda o no. Ahí volví a sentirme inútil, pero yo no dije nada por miedo a quedarme sola.

Cuando llegó la hora de comer, entré en el comedor del colegio, volví a estar con Paula, Celia y Julia. Allí tuve que coger una bandeja para poder llevar la comida, y otra vez intentaron ayudarme para toda Julia quería llevarme la bandeja porque según ella “yo sola no podía”, y Celia incluso me preguntó que si necesitaba ayuda para comerme la comida, ¡no podía creerlo!

Al acabar el colegia, mi madre vino a recogerme. La verdad es que llegué a mi casa un poco cansada, había sido un día muy largo y un poco complicado en algunos aspectos. Pero definitivamente todo mejoró cuando llegué a mi casa, me comí un rico bocadillo, preparé unas canciones y empecé a bailar desde mi silla de ruedas, como a mi me gustaba.

Parecía que todo lo malo desaparecía con cada nota de la música, y que cada

movimiento que daba era como estar flotando en una nube, lejos de problemas y preocupaciones.

Y fue así como conseguí olvidar durante un tiempo todo lo malo que me pasaba en el colegio, haciendo lo que me hace feliz, bailar.

Martes 12 de septiembre

Querido Diario, segundo día en el colegio:

Hoy pasé mi segundo día en el colegio, y la verdad es que no mejoró mucho con respecto al primer día, de hecho puedo decir que hasta empeoró.

En el recreo de ese mismo día, volví a estar con mis amigas, pero esta vez fue diferente. Por desgracia, seguían intentando ayudarme de manera agobiante al igual que el primer día, pero lo peor de todo fue que además de eso, me percaté de que abandonaron su amabilidad conmigo y comenzaron a tratarme como si en vez de ser su amiga, fuera una carga para ellas. 

Creo que ellas deducían, que tenían que encargarse de mí en todo momento debido a mi enfermedad, cuando realmente no era así. 

Entonces me sentí realmente mal, sobre todo cuando en el recreo no me dejaron

jugar con ellas a las cartas, por si me pasaba algo. 

-Tú no juegas Emma, que como te pase algo…- Decían ellas. 

-Claro- Respondía yo resentida.

Pasaron de ser de ser amables conmigo e intentar ayudarme en todo, a tratarme como si fuera una delicada muñequita de porcelana. Y lo peor es que yo simplemente asentía en todo lo que me dijeran y me quedaba callada, no decía ni una palabra al respecto por miedo a quedarme sola.

Lunes 25 de septiembre

Querido Diario, dos semanas en silencio:

Llevo hoy justamente dos semanas en el colegio y las cosas no han hecho más que empeorar.

Para empezar, el viernes pasado se me rompió un hueso del brazo. 

Todo ocurrió mientras dormía la noche del jueves, me desperté el viernes por la mañana con un dolor terrible en el brazo izquierda, ese día no pude ir al colegio y tuvieron que llevarme al hospital. Resultó que tenía el cúbito partido. Pero eso no es todo.

Las cosas en el cole me van fatal, mis amigas no cuentan conmigo para nada, me paso los recreos enteros viendo como juegan sin mí, todos creen que en cada cosa que hago voy a dañarme, y más ahora que tengo el brazo roto. Además, ahora casi ni hablo, parece que solo se asentir con la cabeza a las órdenes de mis compañeros y profesores. Pero lo que más me fastidia de todo esto, es que nadie se da cuenta de lo que me esta pasando, tampoco se dan cuenta de que no me encuentro cómoda en el colegio.

Parece que en este momento nada en mi vida tiene sentido. Ahora mismo, bailar ya no hace que me sienta mejor, absolutamente nada hace que me sienta mejor. Me he dado cuenta de que no sirvo para nada y de que realmente soy inútil, o al menos eso me hacen creer.

Afortunadamente para mí, esta tarde venía mi amiga Marta a casa, llevaba un montón de tiempo sin verla y tenía muchísimas ganas de que llegará ya. 

Cuando llegó a mi casa, estuvimos hablando durante un buen rato. 

-¿Qué tal te va el colegio?- Me preguntó mi amiga.

-Em… pues bueno… bien supongo- Le respondí tímidamente.

-No me lo creo- Soltó ella de repente- Te conozco demasiado bien como para saber que a ti te pasa algo.

Entonces, le expliqué todo lo que me pasaba en el colegio y lo inservible que me sentía.

Cuando terminé de contarle toda, ella exclamó:

-¡Pero Emma!, no digas eso por favor, tú eres maravillosa, ¡no eres inútil! Eres una chica súper inteligente y divertida, y tienes un montón de cualidades que te hacen única. Nunca dejes que nadie te diga lo contrario. ¡Vales muchísimo! Y si alguien no es capaz de verlo, tú solo tienes que ser valiente y demostrarle a todos lo que realmente vales.

Gracias a mi amiga Marta, conseguí abrir los ojos, me di cuenta de que yo no soy inútil y de que valgo mucho más.

Cuando terminamos nuestra conversación, a Marta se le ocurrió que podríamos pasar la tarde haciendo algo que me gustaba mucho y que llevaba mucho tiempo sin hacer, bailar. Entonces nos comimos unos bocadillos, preparamos un altavoz con todas nuestras canciones favoritas y estuvimos la tarde entera bailando y disfrutando. Fue un poco difícil bailar desde la silla de ruedas y con el brazo rota, pero eso nunca fue un problema para mí.

Esa tarde me lo pasé genial, de hecha, planeamos volver a quedar el viernes de esa misma semana otra vez.

Martes 26 de septiembre

Querido Diario:

Hoy decidí seguir el consejo de Marta, me armé de valor y le pregunté a mis amigas, Paula, Celia y Julia que si podía hablar con ellas durante el patio, ellas aceptaron. Cuando empezó el recreo me acerqué a mis amigas y les dije claramente:

-Chicas, no soy inútil, tengo una enfermedad pero puedo hacer un montón de cosas por mi misma y no necesito que me ayudéis para todo, ¡Soy una niña como todas vosotras! Y tengo un montón de cualidades que me hacen ser especial.

Mis amigas recapacitaron y me pidieron disculpas. 

-Tienes razón Emma, sentimos haberte tratado así- Me dijeron las tres, muy arrepentidas. 

-No pasa nada chicas, todo el mundo comete errores y de ellos se aprende- Les contesté yo.

Todo estaba aclarado con mis amigas y durante ese recreo las cosas cambiaron un montón a mejor. Jugué con ellas como nunca lo había hecho, se dieron cuenta de que yo en verdad podía hacer muchas cosas y de que no necesitaba su ayuda para absolutamente todo.

Solo me quedaba aclarar las cosas con mi profesora, por ello le pedí hablar con ella en privado después de la clase. Le aclaré que no necesitaba ayuda para todo y que era una niña normal a pesar de mi enfermedad. Ella se lo tomó bastante bien y también me pidió disculpas.

Aquel día que me armé de valentía para decir todo lo que sentía, y por ello aprendí una importante lección: Tú vales más de lo que crees, no dejes que nadie te diga lo contrario, y si alguien te hace sentir inútil demuéstrales lo que vales.

Desde ese momento ni mis amigas ni mis compañeros, ni ninguno de mis profesores ha vuelto a menospreciarme nunca más.

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